Desde que me quedé embarazada, tenía muy claro que quería una educación diferente para mi hija Sara.
Durante mis años en la universidad había impartido clases particulares de apoyo a estudiantes de todas las edad y había observado algo que me preocupaba mucho.
En algún momento todos los niños pierde por completo el interés por aprender. Viven su paso por la escuela como una auténtica tortura, una obligación que tienen que aceptar porque no tienen otra opción. Yo no quería eso para mi hija.
Aprender no puede ser ni una obligación, ni una tortura. Por eso desde muy pronto busqué colegios con metodologías activas para Sara. En Madrid estuvo en la escuela Ideo. Ella estaba encantada, porque en aquella escuela, los niños eran protagonistas de su propio aprendizaje.
Ella siempre ha ido muy feliz al colegio. Le encantaba aprender, tenía una curiosidad innata y no paraba de preguntar y de contarnos en casa todas las cosas que había aprendido en el colegio. Sin embargo cuando llegamos a Alicante, las cosas cambiaron.
Nada más llegar a Alicante, buscamos un colegio con metodologías activas y la matriculamos en uno que nos convenció, en principio. Pero al poco tiempo nos dimos cuenta de que no era lo que parecía.
En pocas semanas nos encontramos con montañas de deberes, de materias que a mi hija no le interesaban en absoluto.
Un montón de exámenes y mucha competitividad, ¡En 3º de primaria!
Mi hija empezó a decirme que no quería ir más al cole, y entonces tomé la decisión de sacarla de allí lo antes posible.
Seguía siendo un colegio como tantos otros, en los que se considera a los niños meros contenedores de información. Donde los contenidos son el centro de la enseñanza y donde no se tiene en cuenta el interés ni la motivación del niño, ni su evolución individual, ni su desarrollo y su momento vital.
Busque las opciones en Alicante, y la verdad es que las posibilidades son bastante reducidas.
Por fin encontré la Escuela Waldorf y me enamoré. Bueno, nos enamoramos.
En primer lugar del entorno, en plena naturaleza, rodeado de flores, con un huerto cultivado por los propios alumnos.
Después nos enamoramos de la metodología. Una enseñanza marcada por el respeto con mayúsculas.
Respeto por el niño como ser humano completo e íntegro.
Respeto por su evolución física, psíquica y emocional.
Respeto por su individualidad.
Respeto por sus intereses y sus motivaciones.
En Waldorf encontré una educación que comprende la esencia y la naturaleza del niño y se adapta a él.
Una enseñanza en la que se aprende con el cuerpo completo, con todos los sentidos y no solo con la mente.
Una educación en movimiento, desde la experiencia y la vivencia.
Nos enamoramos de los valores que se promueven en la escuela, de cómo se marcan los límites y del amor que envuelve cada acto.
Nos enamoramos también de una belleza que lo impregna todo.
Los cuadernos de los niños, las aulas, las mesas de estación, todo el material que se usa es precioso.
Mi hija Sara está encantada. Adora su colegio, y siente un gran interés por aprender más y más. De hecho, se siente orgullosa de todo lo que hace en la escuela y de todo lo que aprende.
Es algo que veo en la mayoría de sus compañeros. Los niños Waldorf son diferentes. Es algo que se nota en el trato con ellos. Son niños seguros de sí mismos y muy respetuosos.
Y hablo de respeto, no solo de ellos hacia los demás, sino hacia sí mismos. Comprenden dónde está el límite y también ponen sus propios límites. Respetan y se saben hacer respetar. Y esto en mi opinión, es muy importante en la vida.
La escuela Waldorf Alicante forma parte de nuestras vidas y de nuestra familia.
Y sinceramente creo, que es el mejor regalo que le podemos hacer a nuestra hija Sara.
Un regalo para toda la vida.
Por eso, si vives en Alicante y quieres conocer la escuela Waldorf, te recomiendo que vengas a las:
Hace ya 8 años de nuestra primera vez. Y las primeras veces, ya se sabe, no se olvidan.
Al igual que el primer beso, recuerdo aquella mañana soleada de mayo, cuando con su delantal, nos recibió una de las maestras de infantil para entrevistarnos.
Nos contó muchas cosas sobre la escuela, de las que ahora no podría recordar ni una sola. Lo que sí recuerdo es un gesto que para mí fue suficiente, un gesto que todavía me emociona al rememorar.
Sentados al sol, charlábamos sobre la pedagogía y sobre el funcionamiento de la escuela, cuando de repente, un niño que se había caído al suelo llegó llorando. Ella no dijo nada, sólo le ofreció su regazo. El niño apoyó su cabecita mientras ella le acariciaba los cabellos. Ni una sola palabra. El niño debió de encontrar sosiego, y cuando tuvo suficiente, también sin mediar palabra, marchó de nuevo a lo suyo.
Es ahí cuando lo tuve claro. Era algo que iba más allá de las palabras, que venía de la mano de la calidez, del acogimiento y de la confianza. ¿En qué otro espacio puede desarrollarse el espíritu de un niño?
Desde entonces, no he dejado de sentir cada día que en la escuela se mira a los niños a los ojos, se les escucha y se les tiene en cuenta: como niños. Porque no hay ni buenos ni malos niños, sino niños a los que a veces se les pide lo que no pueden dar.
Ya hace muchos “Mayos” soleados desde aquella primera vez, pero lo que no ha cambiado nunca es la confianza de que mis hijos están en un buen lugar. Crecen y creen en lo que aprenden, se implican… desean… y eso es algo, el deseo, que debemos conservar a toda costa.
Carlos García (Papá De Diego y Bruno)
Inscríbete en las jornada on-line del 23 de mayo de 2020 pulsando la siguiente imagen…
Los 10-11 años son el corazón de la infancia, un periodo de armonía previo a la llegada de la adolescencia. En las escuelas Waldorf se acompaña con la inmersión en el mundo de la Grecia clásica, su mitología, su ciencia, su arte, Homero, Sócrates, Alejandro Magno… Durante todoel curso esas imágenes nos acompañan en narraciones, obras de teatro, canciones, versos…
La parte final de este recorrido es un encuentro de los 5º cursos de primaria de escuelas Waldorf de España y Portugal en Ampurias, para participar en unas Olimpiadas en el escenario mágico de las ruinas de una ciudad, primero griega y luego romana. Los atletas se prueban en salto, carrera, lucha, jabalina y disco, no para quedar primeros, sino en búsqueda ensus gestos de los ideales de Belleza, Verdad y Fuerza, no para superar a los demás ni para buscar el mejor resultado, sino para encontrarse en el proceso de dar lo mejor de sí.
Los restos en piedra del anfiteatro y la palestra de la antigua Emporiae son testigo de las vivencias de estos niños y niñas, vestidos con sus túnicas, representando a Esparta, Atenas, Delfos, Eleusis o Tebas. Las ruinas son testigo del resurgir del ideal heleno en ellos, en esas experiencias puras de sí mismos, de su fuerza, de su armonía, de su perfección… se ve en el brillo de sus ojos, en la determinación de su mirada, en la fluidez y rapidez acciones, en la pasión de sus movimientos… Todos han alcanzado la perfección en algún momento, se llevan grabado en su alma el recuerdo de ese salto que dieron, de cómo su compañera logró lanzar la jabalina como nunca, de cómo su compañero consiguió acabar la prueba de maratón y se abrazaron a él en la meta…
Vuelven como vencedores, pero sin vencidos, vencedores de sí mismos, enriquecidos y transformados por la experiencia de Belleza, Verdad y Fuerza, por la vivencia auténtica de ellos mismos y sus compañeros en un viaje inolvidable, fruto de vivencias pasadas y semilla de otras que están por llegar.
Juan Luis Alegría Ibáñez. Escuela Waldorf Alicante. IIP Dharma College Alicante.
Los niños necesitan en esta nueva etapa una concentración y un reposo mayor para realizar todos los procesos de aprendizaje.
El tejido de punto, les ayuda a ir lográndolo paulatinamente. Las agujas, las lanas, los puntos uno al lado del otro, la tensión necesaria para sujetar las agujas y lograr que el tejido ocurra requiere mayor precisión en la motricidad fina y demás coordinación entre ambas manos.
El tejido como un masaje, sólo sale bien cuando se ha logrado un estado de tranquilidad interior y exterior y, un estar presente en la tarea que permite que las acciones realizadas ocurran coordinadamente, por eso les ayuda a concentrarse y centrarse. Esta tarea es transferida al trabajo intelectivo en lashoras principales, para leer, escribir etc.
Utilizamos las imágenes para presentar la lana, a través de la narración. Durante las primeras semanas los niños lavan los vellones, los cardan, tiñen e hilan. Con estas hebras hacen anillos, pulseras, collares.Siempre objetos útiles y bellos. Antes de introducir las agujas, aprenden a tejer con los dedoslargas bufandas, de esta manera independizan sus dedos.
Las agujas serán una prolongación de sus manos y es una herramienta que ellos preparan, las lijan, se les saca punta, se frotan con un vellón para dejarlas muy suaves y se les coloca una bolita para que no se salga el tejido.
Cada parte del proceso está acompañado de una imagen que les ayuda a interiorizar la tarea de una manera natural, por ejemplo:
“ Pedro el pastor de ovejas, coge su callado, entra por la puerta, coge una oveja y la lleva al corral”
Se parte de una imagen general para todo el grupo pero luego el trabajo es con cada niño individualmente.
Lo primero que aprenden es a realizar el nudo corredizo yel primer punto es el “bobo”, tejen un cuadrado con diez puntos para realizar una gallina, una liebre etc.
Cada etapa es cuidada y el cómo se entregan las labores realizadas también, es un momento muy importante en el proceso que vive el niño, ese reconocimiento a su esfuerzo debe de ser especial.
Como ya mencionamos en la anterior entrada, la segunda propuesta es realizar la funda para su flauta. Los colores oscuros van debajo a medida que vamos ascendiendo los colores van siendo más claros.
Ya vimos un ejemplo depoema de inicio de labor y ahora os dejo otro que utilizamos para finalizar la tarea, ellos saben que después del poema van a guardar sus material en su bolsita.
Damos las gracias
Aquí reunidos
Por hacer con nuestras manos
Cosas bellas y útiles
Con estas preciosas tareas lo dejamos para continuar con la siguiente entrada que nos abrirá la puerta a Segunda Clase.
Hace ya 8 años de nuestra primera vez. Y las primeras veces, ya se sabe, no se olvidan.
Al igual que el primer beso, recuerdo aquella mañana soleada de mayo, cuando con su delantal, nos recibió una de las maestras de infantil para entrevistarnos.
Nos contó muchas cosas sobre la escuela, de las que ahora no podría recordar ni una sola. Lo que sí recuerdo es un gesto que para mí fue suficiente, un gesto que todavía me emociona al rememorar.
Sentados al sol, charlábamos sobre la pedagogía y sobre el funcionamiento de la escuela, cuando de repente, un niño que se había caído al suelo llegó llorando. Ella no dijo nada, sólo le ofreció su regazo. El niño apoyó su cabecita mientras ella le acariciaba los cabellos. Ni una sola palabra. El niño debió de encontrar sosiego, y cuando tuvo suficiente, también sin mediar palabra, marchó de nuevo a lo suyo.
Es ahí cuando lo tuve claro. Era algo que iba más allá de las palabras, que venía de la mano de la calidez, del acogimiento y de la confianza. ¿En qué otro espacio puede desarrollarse el espíritu de un niño?
Desde entonces, no he dejado de sentir cada día que en la escuela se mira a los niños a los ojos, se les escucha y se les tiene en cuenta: como niños. Porque no hay ni buenos ni malos niños, sino niños a los que a veces se les pide lo que no pueden dar.
Ya hace muchos “Mayos” soleados desde aquella primera vez, pero lo que no ha cambiado nunca es la confianza de que mis hijos están en un buen lugar. Crecen y creen en lo que aprenden, se implican… desean… y eso es algo, el deseo, que debemos conservar a toda costa.
Carlos García (Papá De Diego y Bruno)
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