Fiesta de San Juan

En verano, en su apogeo, el ser humano queda propiamente entretejido en la existencia del mundo natural, y desde esa naturaleza le sale al encuentro la espiritualidad objetiva, si abriga los debidos sentimientos. Espiritualidad que se encuentra en la existencia natural. Aunque la naturaleza se muestre en su aspecto externo retoñante, está en cierto modo dormida, y es precisamente de las energías del sueño de donde extrae los poderes del crecimiento vegetal. Elevándose de esta naturaleza dormida se manifiesta lo espiritual omnipenetrante que vibra en la naturaleza.

Si dirigimos la mirada al interior de la Tierra, observamos que los minerales ahí presentes nos revelan con más poder que en otras estaciones, su intenso poder cristalizante con matices azulados de resplandor argentino, consolidando la firmeza terrestre en época de San Juan. Es como si la naturaleza quisiera mostrarnos su inmenso poder formativo. El Hombre en esta época se siente emergido en el trasfondo azul del suelo terrestre vigorizado por líneas cristalinas de brillo argentino, todo ello sintiéndolo como su propio ser. Eso que siente es la voluntad cósmica y lo que se

experimenta son las fuerzas.
Sin embargo cuando mira hacia arriba se obtiene la impresión de la inteligencia cósmica en expansión de muchos seres

que se compenetran y se asocian. Esta inteligencia a través de la cual vibra la luz se presenta como el polo opuesto al de la voluntad, ilumina a quien lo percibe y lo invade todo con una serena sensación de inteligencia.
Uriel aparece con un rostro sumamente severo que sobresale, como cálido brillo, en la luciente inteligencia general, mientras los espíritus elementales ascienden del seno de la Tierra. Uriel abriga dentro de su propio pensar, el pensar del mundo. La mirada de Uriel, que mira hacia abajo, nos invita a ahondar en las profundidades azuladas de nuestro propio ser para enjuiciar lo que al género humano es todavía imperfecto frente a las “formaciones cristalinas de

hechura perfecta” (valores morales). Por el contrario, todo lo que es virtud humana, eficacia, es llevado hacia arriba siguiendo las líneas de relumbre argentino y adopta ahí forma de nube que envuelven a Uriel.
Uriel introduce en el género humano la conciencia histórica.

“vosotras, relucientes e inteligentes nubes estivales que,
hacia arriba, reflejáis las azuladas formaciones cristalinas de la Tierra

reflejáis las relucientes e inteligentes formaciones nubosas;
en vosotras, relucientes formaciones de nubes, aparece en el estío, con semblante serio la inteligencia cósmica concentrada en imaginación”.

En la cultura popular representamos este momento de juicio y evaluación, quemando en la hoguera todo aquello de lo que nos queremos desprender por considerarlo perjudicial para el buen discurrir de nuestra vida y dando un salto, nos elevamos poniendo en valor lo que queremos conservar.

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La mañana se viste de verde, los animales despiertos están,

las plantas alto alto van a llegar.

Los rayos del sol me calientan, los rayos del sol me iluminan,

los rayos del sol me dan fuerza para empezar este nuevo día.