La Educación de la voluntad, el sentimiento y el pensamiento
El potencial de la acción resuelta del adulto tiene sus raíces en el primer septenio. Las semillas de la actividad infantil alimentadas y guiadas con comprensión y amor fundamentan su capacidad de autodisciplina y su disposición para tomar la iniciativa en el futuro.
Todo lo que hacemos los adultos, especialmente cómo lo hacemos, actúa sobre las fuerzas de voluntad del niño, que responde a su entorno a través de la imitación.
Durante la jomada escolar intentamos estimular la actividad interior y exterior del niño ofreciéndole:
- Impresiones sensorias saludables
- Actividades saludables
- Un saludable curso del día regulado por hábitos correctos
En la escuela infantil los niños aprenderán, además, a relacionarse con los demás, a convivir con otros niños y adultos, este aspecto social es de gran importancia en su proceso de desarrollo. En las aulas, como si de una gran familia se tratara, los niños tienen la oportunidad de tratarse con niños de diferentes edades, lo que enriquece las relaciones. La esfera del sentir se desarrolla asimismo gracias a la forma artística del trabajo con los niños, el lenguaje, la música, las actividades plásticas, el modo en el que el ambiente que rodea al niño se cuida…
Los sentimientos y los valores juegan un papel muy importante en nuestra existencia. Queremos cultivar en los niños cualidades anímicas positivas como la autoestima, la cooperación, el respeto hacia los otros y hacia la naturaleza, la admiración, la reverencia, la compasión, la confianza, la capacidad de experimentar la belleza y la bondad… En el curso de la vida estos sentimientos se transforman construyendo la base de la capacidad de juicio.
La capacidad de pensar es la que nos permite relacionar, dar sentido y orden a lo que vivenciamos y a través de la cual nos sentimos integrados en el contexto del mundo. Hemos de tener en cuenta que la inteligencia no vive aislada en el cerebro del niño, sino que palpita en su voluntad, se desarrolla a través del hacer.
Nuestro objetivo pedagógico en este caso es potenciar un pensar claro y preciso, por eso presentamos al niño actividades llenas de sentido que contengan secuencias fáciles de abarcar y una coherencia interna que una cada etapa conducente a la meta. El niño las imita primero y las comprende después, con lo que despertamos en él la comprensión a través del vivir y del hacer.
El juego libre desarrolla en el niño un pensamiento creador, le permite descubrir el mundo y las leyes de la naturaleza. Intentamos preservar la felicidad del niño al hacer descubrimientos en la actividad lúdica, cuando maneja y ensaya con los objetos, y también el estado de asombro previo al conocimiento, ya que ese asombro será el germen de las energías de conocimiento futuro.
El lenguaje es el instrumento del pensamiento, por eso utilizamos con los niños, a través del contacto personal directo, un lenguaje genuino (no infantilizado) bien articulado, rico y gramaticalmente diferenciado, siempre lleno de veracidad. La narración del cuento al final de la mañana constituye un momento privilegiado para este fin.
El pensar se relaciona también con la memoria. De los tres a los seis años el niño pasa de la memoria local a la memoria rítmica, y de ésta a la memoria temporal. Los ritmos diario, semanal, mensual y anual que trabajamos con los niños suponen una gran ayuda para esta evolución de la memoria., para ubicarse en la corriente temporal y comenzar su estructuración. También los cuentos, retahilas, rimas, canciones y trabalenguas suponen un aspecto importante en este desarrollo.